viernes, 27 de noviembre de 2009

Reportaje


Hace más de 40 años Bataille escrib
ía Las larmes d’Eros, su última obra en vida en la que abordaba la íntima relación entre Eros y Tánatos, o lo que es lo mismo, el vínculo entre el deseo sexual y la muerte, plasmando en letras la existencia de una conexión íntima y, en muchas ocasiones imperceptible, entre esa conocida petit mort que se alcanza en el cúlmen de un erotismo consumado por el cuerpo humano y la muerte definitiva e inevitable del hombre.

Y en concordancia a la idea desarrollada por Bataille, Las lágrimas de Eros han llegado en forma de exposición a Madrid. Concretamente, ha sido el Museo Thyssen quien se ha inundado de arquitectura, pintura, escultura, fotografía y vídeo, en un total de 120 obras que representan un paseo breve, pero intenso, sobre la historia del erotismo, donde las figuras mitológicas alcanzan el súmun de la representación de la tentación ante lo prohibido y de la trasgresión, elevando este concepto al nivel de lo sagrado, como algo divino, y al mismo tiempo siniestro.

Y este halo de divinidad y exclusividad hacen del mito la base perfecta en la que sustentar esta idea, de ahí la importante aparición de figuras como la mitológica Venus o la representación del deseo de lo prohibido en Eva y la serpiente. Otras ideas como la seducción se hacen visibles con la forma de la esfinge cuyo secretismo invita a la seducción, o la presencia de sirenas y ninfas, símbolo de la peligrosa tentación. No se olvida esta obra de las figuras masculinas donde destaca el San Sebastián de Gian Lorenzo Bernini, una obra que data de 1615 y en la que la versión masculina de la dominación y sumisión queda lograda.

Pero la gran variedad de obras permite también la observación de un recorrido por distintas formas artísticas, una evolución en cuanto a la forma de representar este concepto, ya que se muestran obras escultóricas o pinturas de amplísimo valor, un valor que no queda disminuido en obras más modernas como lo son las muestras en video o las fotografías a gran tamaño. Así el arte renacentista es expuesto junto a obras de carácter moderno como El beso, de Andy Warhol con la que se muestra el deseo mutuo entre dos amantes de llegar a la fusión del cuerpo humano, elevando este acto a un plano espiritual en el que dos almas conforman un solo ser. Se trata de una de las exposiciones más esperadas de la temporada, por la consideración que toma esta muestra como representatividad de las diversas ideas que se engloban en el concepto del Eros, un concepto que ha sido tabú, y por lo tanto excluido, pero que al mismo tiempo ha estado presente en el mundo del arte desde siempre.

La exposición se mantendrá abierta al público hasta el próximo 31 de enero de 2010, una oportunidad única para ver reunido obras de diferentes conceptos y formas, todas ellas englobadas bajo el espíritu de un erotismo, muchas veces enterrado bajo la llave del secretismo de lo impuro, frente a la belleza natural que encarna el ser humano. El horario de apertura es de 10,00 a 19,00 horas de martes a domingo, adquiriendo las entradas con anticipación en las taquillas del Museo Thyssen o a través de la página web museothyssen.org/entradas ó en entradas.com.

La aparición de David Beckham en una de las obras ubicadas en la Sala de las Alhajas de la Fundación Caja Madrid ha sido una de los aspectos más llamativos de esta exposición. La presencia de David Beckham consiste básicamente en un video de unos 67 minutos de duración en los que el futbolista duerme. Mantenerse de pie frente a tal obra durante varios minutos, permite al visitante observar cómo Beckham respira profundamente o se mueve en algún instante siempre manteniendo los ojos cerrados, disfrutando así de una agradable siesta. Se trata de una obra, en formato vídeo de Sam Taylor-Wood, realizada en el año 2004 en la que el artista muestra el sueño como representación de la muerte, como un sueño eterno, lo que conlleva una intensificación del atractivo del sujeto.

Pero ésta no es la única obra de esta continuación de la muestra Las lágrimas d’Eros, ya que la muerte es objeto central de esta porción, una muerte en la que el cuerpo aparece como objeto erótico pasivo, como ocurre Endimión o Jacinto cuyos cuerpos yacen bajo la atenta mirada femenina y masculina, respectivamente. Aparece aquí con la figura de Jacinto el aspecto del icono gay y el erotismo despendido en el hombre que observa el cuerpo moribundo del amado. Por otro lado, la muerte alcanza una base mortífera, en una inclinación hacia un aspecto más terrorífico en María Magdalena y la angustia e indulgencia por los pecados cometidos, símbolo éste de la elección ante el éxtasis sexual y la agonía.

LAURA MARTÍN SASTRE

El Thyssen más erótico


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